Dios siempre perdona, los hombres a veces, la naturaleza nunca.

Este dicho, muy utilizado entre los ambientalistas, de alguna manera representa el derrotero incierto de un tiempo por venir. Según un reciente informe de la Universidad de Harvard, el cambio climático está generando en forma acelerada condiciones favorables para la propagación, a nivel planetario, de enfermedades infecciosas y se estima que eventos como el que estamos transitando en la actualidad se podrán repetir en forma sistemática en los próximos años.

El calentamiento global, la contaminación de los suelos, los ríos y los océanos, la deforestación y el clareo de tierras que se convertirán en suelos aptos para el cultivo y la generación de residuos, entre otros, nos obligan a repensar el desarrollo humano y a sumar en la “agenda verde” un nuevo capítulo que se llamará “la gestión del riesgo” y el interrogante que plantea cómo encontrar el punto de equilibrio entre el crecimiento demográfico y la interrelación de las personas en el marco de la sanidad. El objetivo debe ser retomar el camino del crecimiento económico y achicar, en forma sustancial, los inmensos índices de pobreza que, agravados por la difícil situación de pandemia, sumieron al mundo en una situación sin parangón.

El presente es el pasado y el futuro es el presente de una situación que nos demanda con urgencia una nueva arquitectura, en donde la sostenibilidad se ha de convertir en el pilar fundacional, desde la génesis proyectual con una mirada onírica que trascienda las barreras de lo imaginado.

A lo largo de las últimas décadas, han irrumpido a nivel internacional, distintas certificaciones aplicadas a la construcción sustentable y que, marcando el rumbo de un nuevo paradigma, han moldeado las bases de un diseño en armonía con los principios del cuidado del medio ambiente.

El mejor ejemplo lo expone la certificación Well Building de los Estados Unidos, a partir del “Triple Botton Line” que contempla la interrelación entre el aspecto social: que considera a la salud y al bienestar, la ética, la justicia y la equidad e igualdad de oportunidades entre las personas; el medioambiental donde la prevención de la polución y la preservación de los recursos naturales y los principios del reciclado, la reutilización, la recuperación y la reducción nos indican el camino que se debe seguir para tener un planeta más habitable y el financiero con la mirada en una economía de costos, ahorro de consumos y retorno de la inversión. A su vez, también considera para el último punto, a los stakeholders quienes acompañan el proyecto y serán los que, en definitiva, movilizarán al mercado en un círculo virtuoso de progreso y prosperidad.

Sin embargo, y a pesar de los grandes avances que ha tenido la temática a nivel mundial, en el medio local aún se la sigue considerando una utopía y hasta los más encumbrados referentes de los más prestigiosos claustros académicos siguen, concienzudamente, instalando un manto de duda sobre los verdaderos beneficios de la aplicación de las soluciones sustentables en la arquitectura contemporánea. Para ello, justifican la falta de un acuerdo tácito y menosprecian el arduo trabajo de dedicados profesionales, lo que da como respuesta una carencia de apoyo incondicional a la materia y una ausencia de entusiasmo y promoción de las acciones que conlleven a una mejora colectiva.

Tal vez estas líneas parezcan un poco abrumadoras ante la difícil situación que nos toca atravesar, pero no son más que un llamado de atención a la razón y surgen de una férrea convicción: el momento para el cambio es el ahora!

Animémonos a soñar un mundo distinto en donde los seres humanos asumamos el compromiso de cultivar los principios de la sustentabilidad en el cual primen el cuidado del medio ambiente y la equidad en pos de un mundo más vivible en defensa de nuestra única casa, la Tierra… De nosotros depende la conservación de nuestro hábitat.