Dario Krivitzki
Cuántas veces nos sentamos a reflexionar y pensar que es lo que realmente tiene valor en nuestras vidas. En dónde radica la felicidad. Cuál es el valor real que le damos a tener una casa donde poder pasar tiempo en familia. Qué sentido tiene el atesoramiento sin disfrute. Muchos de estos interrogantes parecen estar sacados de un libro de autoayuda o del psicoanálisis
y sin embargo hoy toman un protagonismo en el mercado inmobiliario quizá sin precedentes.
El por qué, de lo antedicho, es atribuible en gran medida a uno de los tantos efectos que va dejando la pandemia, que nos expone a tener que volver a rediseñar nuestras escalas de valores, priorizando el sentido del presente en lo más profundo de sus significados.
La nueva normalidad, frase que ya comienza a incorporarse a nuestro vocabulario, nos indica qué cosas serán definitivamente distintas, cuáles podíamos suponer que en algún momento cambiarían y las que mirando hacia atrás, no quisiéramos que se repitan.
En la que hoy conocemos como vida moderna, no existen precedentes, de un cambio tan significativo y trascendente como el que comenzamos a transitar. Y en ese devenir de cambios, nuestro hogar, parece centrar el interés de muchos, siendo tal vez la “piedra fundacional “de una nueva etapa de nuestras vidas.
Sobre esta nueva realidad, comenzamos a notar un cambio de paradigmas, lo que nosotros definimos como “urbanización a la inversa”. Un éxodo desde la Ciudad a urbes de tamaño reducido. Pero en las que se combinan, entornos naturales y abiertos, cercanía a centros de servicios, que representan la contracara de una vida pasada. Por su parte, en la ciudad quedaran activos valiosos y significativamente devaluados, para los que seguramente la demanda se presente contraída por bastante tiempo.
Nuestra experiencia recogida por más de 20 años dentro del corredor Norte y especialmente en Nordelta, nos permite interpretar los nuevos fundamentos, claves en nuestra gestión.. Cuando analizamos los diferentes ciclos económicos, podemos observar que los valores de las propiedades y el comportamiento del mercado, siempre han tenido su correlato. Demostrando que en tiempos devaluatorios el mercado inmobiliario se benefició con un incremento en las transacciones, con una depreciación en dólares, pero sin acompañar proporcionalmente la devaluación en Moneda Nacional. Es necesario comprender que hacia adelante veremos una polarización cada vez más pronunciada en propiedades similares pero de distintas ubicaciones y Urbanizaciones, siendo que en este punto el costo de la tierra será determinante. Del mismo modo, ocurrirá con aquellas que con cierta antigüedad se verán fuertemente depreciadas en relación a aquellas más nuevas o a estrenar, en función de que éstas se ha beneficiado con un valor de construcción que medido en dólares se ubica dentro de los más bajos de los últimos 20 años. Solamente en el periodo de 2 años, (Mayo 2018/2020), la caída fue cercana al 60%.
En la Argentina de hoy, es cierto muchas cosas aun no han cambiado, entre ellas la incertidumbre o la falta de confianza, pero sí, hay algo que se observa distinto en el comportamiento de las personas, y que se presenta como nuevo fundamento, un despertar por “vivir el presente”, dejando de postergar aquellas decisiones que esperan un momento único y perfecto. Si esto comenzara a ocurrir, entonces si podremos afirmar que esta pandemia no solo ha dejado pérdidas y dolor sino también nos ha expuesto a tomar acción sobre lo que realmente tiene valor.
Una nueva normalidad se ha puesto en marcha nosotros dispuestos a acompañarla.