Por Damián Tabakman

Es evidente que debemos convivir con la pandemia por mucho tiempo, no obstante lo cual, como empresarios debemos poner la mirada siempre en el «hacer», a pesar de todo

Y en este entorno, con los cuidados del caso y los protocolos obligatorios, los desarrolladores inmobiliarios deberemos construir, vender y entregar lo prometido. De hecho se espera que nuestro sector tenga un rol protagónico en la economía durante los próximos meses, tal como lo ha anunciado el propio presidente de la Nación.

En nuestra visión, quien durante este año ponga su plata en ladrillos, estará haciendo un buen negocio. Es el momento de los activos reales, aunque se diga que las rentas inmobiliarias son bajas, que son inversiones ilíquidas y que están (o estaban) caros. Alternativamente otros optarán por los activos financieros, y es cierto que las acciones, por ejemplo, se desplomaron. Y aunque muchas, en los países desarrollados se recuperaron, es imposible saber cuánto valdrán las empresas ni con qué criterios valuarlas en el mundo por venir, cuando el coronavirus pase. Sin ir más lejos, la crisis del 2008 hizo desaparecer a líderes centenarios globales.

Por el contrario, los ladrillos permanecen indiscutiblemente en el tiempo. Cuando vuelva a salir el sol, los bienes raíces ahí estarán. Los podremos tocar, habitar, alquilar o vender. Acti- vos reales, esa es la fórmula inversora defensiva de este contexto adverso, más aún en mi visión incluso que los dólares billetes que, a la par de los vaivenes de la economía de los Estados Unidos, pueden llegar a perder poder adquisitivo

En entornos como el actual, la aproximación conservadora suele ser lo más recomendable: orientarse a la construcción (abaratada en dólares por las sucesivas devaluaciones y por la crisis), hacerlo con capital propio y apostando por activos de calidad que, a largo plazo, tal como lo acredita la historia, conserven su valor y nos permitan atravesar los tsunamis con solvencia.

A qué llamamos productos inmobiliarios de calidad? A los que mejor se adapten al mundo por venir, en el que habrá más aislamiento de las personas, saneamiento de la edilicia y tecnología para conectarnos aún distanciados, tanto al trabajar, como al habitar y al entretenernos. Es posible que modelos que asumíamos como anticuados, tales como la suburbanización en entornos cerrados y alejados, quizás regresen. Y que algunos formatos clásicos entren en crisis, como las grandes torres corporativas a las cuales el probado home office las pondrá en jaque. Ni hablar de la hotelería y todas las inversiones en ladrillos asociadas al turismo, que tardarán en recomponerse. El 2020 es un año para mirar caso por caso, buscar selectivamente oportunidades y, para los que se animen, aprovecharlas.

page1image1681024 page1image3672512